Matilde Fernández: “Nos cuesta reconocer que estamos solos”
Fernández se sienta con la misma pasión de siempre frente a los micrófonos. A sus 74 años, no ha perdido ni un gramo de compromiso social. Fue ministra de Asuntos Sociales en dos gobiernos de Felipe González y ahora preside el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, una iniciativa impulsada por la Fundación ONCE. En esta entrevista, analiza sin rodeos uno de los fenómenos sociales más inquietantes de nuestro tiempo: la soledad, especialmente la que afecta a los jóvenes.
“La juventud se ha convertido en el grupo que más declara sentirse solo, algo que no esperábamos”, reconoce Fernández con sinceridad. En su barómetro más reciente, el 34,6% de los españoles entre 18 y 24 años reconoce haber sentido soledad no deseada. La cifra escala al 69% si se consideran también aquellos que la vivieron en alguna etapa previa. Pero lejos de verlo como un dato desolador, Fernández encuentra una esperanza: “Ese 69% es un dato optimista, porque significa que muchos han salido de la soledad. Se puede salir”.
Y lo más preocupante, añade, es que dos de cada tres personas que están solas llevan más de dos años en esa situación: “Estamos ante una soledad que ya se ha vuelto crónica”.
Más formados, menos oportunidades
“Somos la generación mejor preparada, pero no conseguimos vivir con autonomía”, expresan muchos jóvenes en los estudios del Observatorio. Fernández destaca que, aunque el discurso social repite que los jóvenes tienen más formación y oportunidades, la realidad económica y laboral los desmiente a diario. “Tenemos que dejar de fomentar una educación basada en la competencia y avanzar hacia modelos que prioricen la colaboración”, propone.
Para ella, esta transformación debe comenzar en la escuela, donde se gestan los valores que determinan las relaciones futuras: “Aprender a compartir, a trabajar en equipo, a reconocer el valor del otro, es tan esencial como cualquier contenido académico”.
La comunidad como antídoto
“La sociedad nos ha vendido la independencia como éxito, pero ha dejado atrás el sentido de comunidad”, afirma. Para Matilde Fernández, uno de los pilares para combatir la soledad está en recuperar el vínculo local. “Nos faltan barrios que abracen, que nos conecten con otras personas sin que medie una pantalla”.
Propone una mirada renovada al urbanismo: centros comunitarios donde se mezclen generaciones, oficinas de farmacia que detecten vulnerabilidades, colegios que abran sus puertas más allá del horario escolar. “El barrio puede ser la primera red de apoyo”, subraya.
Y es que la soledad tiene múltiples causas: pérdidas familiares, jubilaciones, enfermedades, pero también mudanzas, rupturas o la falta de conexión cultural. Especialmente preocupante es el aislamiento que sienten jóvenes migrantes o del colectivo LGTBI, muchas veces rechazados en su entorno: “Nos está fallando el respeto al otro”.
Tecnología con alma
“La tecnología es útil, pero no sustituye una conversación cara a cara ni un abrazo”, alerta. La presidenta del Observatorio destaca que el uso intensivo de redes sociales sin interacción física multiplica la percepción de aislamiento. “Un joven que pasa tres horas en redes y luego sale con sus amigos, se siente acompañado. Otro que solo permanece en lo digital, no”.
Insiste en que las soluciones tecnológicas deben ser accesibles, intuitivas y pensadas desde la experiencia humana: “Los diseñadores deben contar con quienes las van a usar desde el inicio”.
Como mensaje final, Fernández pide valentía para pedir ayuda: “Decir que estás solo no te hace débil, te hace inteligente”. En los países donde han tenido éxito los programas contra la soledad, como Holanda, los jóvenes no son convocados para hablar de soledad, sino para pensar juntos qué actividades desean compartir. “Hay que cambiar el enfoque, conectar desde lo que ilusiona, no desde lo que duele”.
Terminamos bromeando con que, escuchándola hablar, cualquiera diría que sigue siendo ministra de Asuntos Sociales. Y es cierto. Su mirada sigue siendo la de quien quiere cambiar el mundo desde lo pequeño, desde lo humano, desde lo esencial. Y nos recuerda que de la soledad se sale. Pero no se sale solo.
Fuente: Magisnet