La falsa neutralidad en la educación: una reflexión necesaria
Hace algunos años participé en un debate radiofónico sobre educación en el que intervinieron representantes de asociaciones del profesorado, de la Xunta y de centros educativos. El intercambio transcurría con la cordialidad propia de un diálogo enriquecedor, hasta que el representante de la Xunta pronunció una frase que desvió el tono del debate: «La educación no debería estar ideologizada».
La afirmación, lejos de pasar inadvertida, me sorprendió tanto que no pude evitar llevarme las manos a la cabeza, reflejando el asombro que provocan ciertas ideas cuando se pronuncian con aparente inocencia.
Cuando desde posiciones conservadoras se apela a la «ideología» suele hacerse para denunciar los enfoques progresistas, partiendo de la premisa de que su visión del mundo es la única válida y permanente. No obstante, quienes así piensan olvidan que todos los avances sociales han sido impulsados por aquellos que imaginaron alternativas al statu quo. Sin pensamiento disruptivo aún viviríamos en las cavernas.
Toda idea es ideológica por naturaleza, pues las ideas nacen de las personas; y son ellas quienes, impulsadas por sus creencias, valores y aspiraciones, transforman el mundo. Mientras unos luchan por conservar lo que tienen, otros persiguen el cambio como motor de justicia y progreso.
Recientemente, la Consellería de Educación ha presentado un documento con el objetivo de implementar un modelo de «neutralidad ideológica» en los centros educativos. El conselleiro adelantó que incluiría disposiciones para asegurar la convivencia y el clima escolar. Pero surge una pregunta: ¿puede la armonía en las aulas alcanzarse eliminando la diversidad de pensamiento?
Las leyes educativas, en su conjunto, establecen que la finalidad de la enseñanza es formar personas libres, iguales y con pensamiento crítico. Homogeneizar contenidos y enfoques bajo la etiqueta de «neutralidad» choca frontalmente con esta misión.
No sorprende, entonces, que esta iniciativa haya levantado una oleada de críticas desde sindicatos, ANPAS y otros colectivos, que la consideran un atentado a la pluralidad en el ámbito educativo.
Para entender la magnitud del error que supone desvincular la educación de toda ideología, basta con recurrir a dos voces autorizadas que, aunque de contextos muy distintos, coinciden en lo esencial.
El pedagogo brasileño Paulo Freire advertía: «La educación nunca fue, es, o puede ser neutra (…) Es un error decretarla como tarea solamente reproductora de la ideología dominante, como es un error tomarla como una fuerza reveladora de la realidad, que actúa libremente, sin obstáculos ni duras dificultades».
Mientas que el catedrático José Manuel Touriñán, experto en Teoría de la Educación, sostiene que «una de las metas más deseadas en la sociedad democrática es conseguir un sistema educativo del mismo carácter (…) Es difícil creer que toda sociedad, si aspira a las ‘formas más altas de existencia’ —como diría Goethe—, defienda la escuela neutral».
Ambos coinciden en que una educación comprometida no puede rehuir el debate de ideas. Porque educar —en el más noble sentido del término— no es instruir para obedecer, sino formar para pensar.
José Manuel Suárez Sandomingo
PRESIDENTE DE APEGA
Fuente: La Voz de Galicia