ALTERNATIVAS A LOS CASTIGOS, AMENAZAS Y SOBORNOS
Parémonos un momento a pensar que es un niño y respondámonos a la pregunta ¿a qué responden las conductas negativas de nuestros hijos? Algunas personas, incluso especialistas en conducta infantil, indicarán que los niños son pequeños tiranos que desean manipular a los adultos mediante cualquier tipo de artimaña, por eso es necesario mantener con él una disciplina que lo doblegue, utilizando cuando sea necesario el refuerzo negativo, es decir, los castigos. Otras personas y especialistas nos indicarán que el niño nace desvalido, que necesita del adulto para crecer y desarrollarse, que este es un proceso largo y continuo en el que necesita afecto, comprensión, aceptación y límites claros. Según vayamos explicando sus comportamientos a partir de una tendencia u otra así será nuestra forma de relacionarnos con el niño y nuestra manera de favorecer el desarrollo de las habilidades adaptativas que necesita para vivir en sociedad y conseguir altos niveles de bienestar.
Sin duda, mi manera de entender al niño está relacionada con la segunda tendencia expuesta. Cada niño es genuino, tiene unas necesidades propias de la infancia y otras propias de su individualización. Necesita que entendamos sus emociones, que escuchemos sus deseos aunque no podamos satisfacerlos, que respetemos sus características y que le acompañemos en su camino hacia la vida adulta. Esta forma de entender al niño evitará muchas resistencias y mucho malestar que alimente de nuevo la aparición de esas conductas poco cooperativas y escasamente autorreguladas que obliguen a utilizar medidas educativas poco efectivas: castigos, amenazas y sobornos.
¿Son los premios una alternativa al castigo?
Los niños no deben obtener un premio por comportarse adecuadamente, ya que entonces la atención de ellos se dirige exclusivamente a la obtención de aquello que desean y no a la satisfacción de haber conseguido un nuevo logro.
Lo que si debemos hacer es manifestar nuestra alegría por sus resultados, sus éxitos y sus conquistas y señalarle las emociones positivas sentidas por él en ese momento. Este refuerzo, cunado es sentido y empático, es suficiente para que el niño repita ese tipo de comportamientos.
Entonces ¿Cómo lo podríamos hacer?
Considero que una de las cualidades que ayuda a educar de un modo positivo es la empatía. Ponerse en el lugar del niño, entender sus reacciones frente a los estímulos del entorno, hacerse cargo de sus necesidades e interpretar sus emociones, hará más fácil y estable su desarrollo, con menos traumas y mayor comunicación con sus padres.
Además, debemos entender que cada conducta inadecuada del niño nos proporciona la posibilidad de enseñarle algo y le da a él la oportunidad de seguir aprendiendo. El niño no tiene la obligación de obedecer, el niño irá desarrollándose y alcanzando metas; y los padres, sí tienen la obligación de educarle, de darle afecto y de establecer con él un vínculo de apego que le proporcione seguridad y estabilidad.
Los padres, en ocasiones, tienen una idea muy cerrada y rígida de cómo quieren que sea su hijo, por ello confunden lo que hace el niño con lo que es. Seguramente el pequeño se comportará en ocasiones de manera inadecuada, pero eso no significa que él es un niño malo, sencillamente que su comportamiento no es el esperado y tiene que aprender a hacerlo de otra manera, bajo la comprensión y la ayuda de sus padres.
No olvidemos que desde el nacimiento, la manera en la que nos comportamos depende de muchos elementos y principalmente está influenciada por cómo nos sentimos. Un niño que se siente bien tiene una tendencia a comportarse bien. Sentirse bien, a su vez, viene determinado por como manejamos nuestras emociones, las expresamos y las regulamos en los entornos en los que convivimos. Ayudémosle por tanto al niño a gestionarse con éxito en cualquier circunstancia.
Dolores Armas Vázquez, Psicopedagoga
Colaboración dominical especial de la Asociación de Pedagogía de Galicia “APEGA” con Carriola de Marín