España ante el nuevo curso escolar: luces y sombras del sistema educativo
Con el inicio del curso escolar, un nuevo informe de la OCDE destaca varios aspectos clave del sistema educativo español. Uno de los datos más positivos es el alto nivel de formación entre los adultos jóvenes: el 46,9% de las personas de entre 25 y 34 años cuenta con estudios superiores. También se ha generalizado la educación infantil, que en los últimos años se ha integrado desde el primer ciclo en el sistema educativo. Sin embargo, en el caso de Galicia, se sigue considerando esta etapa como un servicio de conciliación familiar, lo que la diferencia del resto del país.
A pesar de estos avances, persisten debilidades importantes, especialmente en lo que respecta a la elevada tasa de repetición de curso en la enseñanza obligatoria y la proporción de jóvenes con niveles educativos bajos. Estos problemas tienen múltiples causas. Por un lado, influyen los factores familiares: cuanto mayor es el nivel educativo y la capacidad económica de los padres, mejores son las expectativas académicas de los hijos. Esto no solo se debe a la voluntad de los progenitores, sino también al entorno social en el que se desarrollan, que influye en sus aspiraciones y oportunidades.
La llegada de familias extranjeras con culturas e idiomas distintos también ha influido en sus resultados globales, ya que sus hijos han tenido que integrarse en el sistema escolar español, enfrentando desafíos como el aprendizaje del idioma y la adaptación a contenidos educativos diferentes a los de sus países de origen. Estos esfuerzos, aunque valiosos, han afectado, seguramente, las medias estadísticas del conjunto.
Otro factor relevante es la inversión pública en educación. Aunque España, sus comunidades autónomas y ayuntamientos destinan recursos importantes, el gasto total se sitúa en el 4,9% del PIB, lejos del 10% que representa la media de la OCDE. Esta brecha se ve agravada por la falta de un pacto de Estado que garantice estabilidad legislativa y unos presupuestos acordes a una visión a largo plazo del sistema educativo.
Para revertir las situaciones negativas, es fundamental mejorar los procesos de integración del alumnado extranjero y reforzar los recursos de apoyo a los estudiantes con dificultades académicas o con escaso respaldo económico familiar. Unas medidas que no solo reducirían el número de repetidores, sino también el de jóvenes que ni estudian ni trabajan, muchos de los cuales se sienten excluidos del sistema educativo y marginados por el mercado laboral. Pues, aunque su porcentaje ha disminuido en los últimos años —en parte gracias a la una alta demanda del mercado laboral—, España aún se sitúa cinco puntos por encima de la media europea, con un 12,9%.
Está claro que aún queda mucho por hacer, pero como puede apreciarse, se trata de una tarea que involucra a toda la comunidad educativa: alumnado, familias, docentes y administraciones. Y si tantas veces nos enorgullecemos de los logros de nuestros deportistas, conviene recordar que el verdadero mérito en el “deporte” de la educación solo se alcanza cuando todos aportamos nuestro granito de arena.
José Manuel Suárez Sandomingo