La obediencia en los primeros años
Cuando nace el bebé, su madre ha de preocuparse de su cuidado y bienestar. Mientras que este no tenga movilidad, la madre no necesita regular sus conductas. Sí es cierto, que en los primeros meses suele reforzar o desalentar algún tipo de conducta a través de un lenguaje sencillo, mucha gestualidad y mucho afecto, aun sabiendo la poca capacidad de respuesta del bebé.
Cuando el bebé ya empieza a realizar movimientos conscientes, ya agarra con sus manos y gatea, comienza la verdadera tarea de autorregulación para el cuidado de sí mismo que los cuidadores con insistencia comenzarán a enseñarle (no cojas, no metas en la boca, no vayas, no toques,…) El niño empujado por esa necesidad insaciable de descubrir las posibilidades de su cuerpo y el entorno se mantiene en continua actividad que necesita ser regulada. Es ahí cuando los padres y cuidadores deben limitar sus conductas y él debe responder con obediencia. La obediencia por tanto es un comportamiento que enseña a los niños a escuchar a los demás y a controlar y adaptar sus conductas en función del momento, el lugar en el que se encuentran y la actividad que han de realizar. Se trata, pues, de desarrollar acciones siguiendo ciertas normas, órdenes y reglas, adaptadas a las distintas circunstancias con el fin el de alcanzar el logro esperado.
No debemos por tanto entender la obediencia como el sometimiento a la persona que manda porque ella considera que tiene la autoridad; obligando a realizar al niño tareas y acciones independientemente de que estas tengan un carácter educativo o no. El fin de la obediencia es afianzar los sistemas inhibitorios que permitirán el control de sus propias acciones y la regulación voluntaria de su conducta en esa búsqueda incesante de autonomía e independencia.
¿Cómo podemos contribuir a la obediencia y la autorregulación?
Debemos asegurarnos que aquello que le pedimos esté adaptado a lo que él puede hacer y que no supera sus posibilidades, porque en ese caso renunciara a llevarlo a cabo. Si la tarea es muy dificultosa, siempre podemos ayudarle en su ejecución.
Las órdenes serán claras y breves, y tendrán los detalles suficientes para llevarlas a cabo con éxito. En la medida de lo posible se harán cumplir la primera vez que se den, evitando que los niños se acostumbren a escuchar la orden varias veces antes de ejecutarla y, por supuesto, evitando siempre que los padres o cuidadores la realicen por ellos. En los primeros años, también es recomendable que el niño repita las instrucciones dadas para asegurarnos que las ha entendido correctamente. A los menores de cinco años les cuesta seguir órdenes con más de tres acciones.
Procurar que el tono de voz sea firme y agradable. Evitando malos tonos, fuertes y ásperos que orienten la atención del niño no hacia la orden en sí, sino hacia el estilo comunicativo que seguramente le esté enviando otros mensajes diferentes.
En los casos que la conducta del niño lo ponga en riesgo a él o a otras personas, deberemos pararlo rápidamente mediante un tono de voz enérgico y, si fuera necesario, una actuación física frenándole su acción. Está actuación se debe acompañar de una explicación sobre nuestra intervención y debe darle alternativas a su peligrosa e inadecuada iniciativa.
Elogiar y reforzar las conductas autorreguladas que respondan al mandato o tarea con el fin de que esta se vuelva a repetir. También es recomendable indicar al niño la secuencia de tareas que ha realizado y que le han llevado a ejecutar adecuadamente la acción. El aprendizaje del control y la asimilación de reglas deben formar parte de las conductas que al niño le producen satisfacción personal.
En las ocasiones en las que el niño está excitado y no responde a nuestros requerimientos, es preciso que pongamos en marcha la autorregulación de nuestro comportamiento y mantengamos la calma. Favorece al niño que nos demos un tiempo para retomar la calma y volver a empezar de cero; dándole a él la oportunidad de calmarse y retomar de otro modo la acción.
Dolores Armas Vázquez, Psicopedagoga
Colaboración dominical especial de la Asociación de Pedagogía de Galicia “APEGA” con Carriola de Marín