La educación neutra no existe
Hace ya varios años, participé en un debate radiofónico sobre educación, en el que intervinieron la conselleira de Educación de la Xunta de Galicia, así como representantes de asociaciones del magisterio y de diversos centros educativos de Galicia.
El debate transcurría dentro de los cauces habituales de una confrontación de ideas enriquecedora, hasta que la conselleira de Educación afirmó que la educación “no debería estar ideologizada”. Mi sorpresa fue tan grande que, de manera instintiva, llevé las manos a la cabeza, expresando visiblemente mi asombro ante semejante afirmación.
Cuando la derecha, representada en aquel debate por la conselleira, habla de ideología, suele referirse a los planteamientos de la izquierda, pues considera que sus propias ideas se basan en lo que debe ser y permanecer, mientras que todo lo demás está abocado al fracaso. Sin embargo, a estos detractores del cambio, habría que recordarles que todas las transformaciones sociales han sido posibles gracias a quienes pensaron de manera diferente al conservadurismo.
En realidad, ideológico es todo aquello que reside en la mente de las personas, pues las ideas solo pueden existir en ellas, y son precisamente las personas quienes impulsan los cambios. Mientras unos buscan preservar lo que poseen, otros creen que la mudanza es necesaria para que la sociedad avance y mejore. Si no fuera así, todavía estaríamos en las cavernas.
Ahora, la Xunta de Galicia, a través de la Consellería de Educación, pretende definir el modelo educativo, imponiendo a los centros instrucciones de “neutralidad ideológica”. El conselleiro ha presentado el documento ante la Junta Autonómica de Directores y Directoras de Centros de Enseñanza, adelantando que se incluirían varios apartados para garantizar la convivencia interna y el buen clima en colegios e institutos.
Sin embargo, resulta dudoso que la paz social en nuestros centros educativos pueda lograrse mediante la uniformización de la enseñanza, especialmente cuando todas las leyes educativas establecen que la educación debe formar individuos libres, iguales y críticos ante la sociedad en la que les ha tocado vivir.
Ante esta medida, también se han rebelado desde los sindicatos hasta los colectivos de ANPAS, junto con numerosos representantes de diversas asociaciones, que consideran esta imposición una restricción inaceptable en el ámbito educativo.
Y, como corolario a estos razonamientos institucionales y democráticos, quiero traer aquí la valoración de dos autores que, aunque no vivieron en la misma época ni compartieron país, si coincidieron en su visión sobre la educación.
Por un lado, Paulo Freire, quien dejó muy claro que “la educación nunca fue, es, o puede ser neutra […]. Es un error decretarla como tarea solamente reproductora de la ideología dominante, como es un error tomarla como una fuerza reveladora de la realidad, que actúa libremente, sin obstáculos ni duras dificultades. Errores que implican directamente visiones defectuosas de la Historia y de la conciencia”. (Pedagogia da autonomía).
Por otra parte, el catedrático de Teoría de la Educación de la USC sostiene que “una de las metas más deseadas en la sociedad democrática es conseguir un sistema educativo del mismo carácter. […] Es difícil creer que toda sociedad, si aspira a las «formas más altas de existencia» -como diría Goethe-, defienda la escuela neutral; un tipo de escuela que, junto a las tesis existencialistas más extremadas, hace hincapié en el respeto que merece la libertad del educando, pero descuida la más elemental norma de la libertad comprometida: el reconocimiento que todos debemos a las demás personas, a las verdades y a los valores”. (La neutralidad y la educación).
José Manuel Suárez Sandomingo