Cristóbal Cobo: “El alumno que mejor usa la IA no es el más digital sino el que ha leído más”
“La adopción de algoritmos se ha vuelto cada vez más ubicua”, afirmó Cobo, quien advirtió de que el verdadero riesgo no está solo en el desarrollo de estas tecnologías, sino en su aplicación acrítica. “Si sobreconfiamos en estas herramientas, podemos llegar a automatizar la inequidad”. A su juicio, este riesgo se materializa especialmente en áreas que no ofrecen resultados únicos, como las humanidades o las ciencias sociales, donde los algoritmos pueden sobrerrepresentar ciertas realidades y silenciar otras.
Ante esta situación, insistió en la necesidad de actuar con prudencia y transparencia. “Para decisiones de la vida cotidiana, como asignar una beca o priorizar estudiantes, hay que actuar con pinzas y asegurarnos de que podemos explicar por qué el algoritmo recomienda una cosa sobre otra”.
De herramienta a muleta cognitiva
El experto alertó sobre una tendencia creciente: dejar de pensar por uno mismo. “Cuando la IA deja de ser una herramienta y empieza a pensar por nosotros, corremos el riesgo de perder diversidad y creatividad”. Relató cómo muchos estudiantes expresan frases como “ya no puedo pensar por mí mismo”, síntoma de una dependencia tecnológica que podría empobrecer el pensamiento crítico.
“Me preocupa que pase con la IA como cuando se temía que la televisión o la escritura nos hiciera más bobos”, confesó, en referencia a las reticencias que históricamente han acompañado a cada nuevo avance tecnológico. Aunque reconoce que la IA ofrece enormes posibilidades, también subraya que “no estoy en condiciones de decir si es solo buena o mala; el panorama es fragmentado”.
Del plagio al postplagio
Uno de los temas más espinosos abordados en la conversación fue el del plagio. Para Cobo, el concepto clásico de plagio resulta insuficiente en la era de la IA. “El plagio es anterior a GPT; lo que está mal no es replicar una idea, sino no citarla”. Citando a la investigadora Sarah Eaton, defendió la necesidad de revisar las nomenclaturas académicas actuales para adaptarlas al nuevo contexto tecnológico.
En este sentido, propuso repensar la forma de evaluar en el sistema educativo: “Tenemos que pasar a evaluar los procesos más que los resultados”, aunque reconoció que esta tarea “es tremendamente demandante de tiempo”. De ahí que considere clave la utilización inteligente de herramientas IA que podrían liberar al profesorado de tareas administrativas para centrarse en lo verdaderamente pedagógico. “La promesa es que el docente se pueda dedicar a lo central. Ahora, no sé si todos entendemos lo central como lo mismo”, puntualizó.
El docente que vendrá
A modo de reflexión final, Cobo defendió el papel insustituible del profesorado en el nuevo ecosistema educativo: “Una máquina difícilmente puede motivarte; eso lo hace una persona”. Frente a la automatización, reivindicó el acompañamiento humano, la educación emocional y el pensamiento crítico como funciones esenciales de los docentes.
“Lo mejor que un docente puede dejar a un estudiante es la curiosidad, la intuición, el sentido común, las ganas de aprender y de entender que no todas las respuestas están en la IA”. Para ello, insistió en que “no hay que desbordar a los docentes con tareas que les impidan hacer lo más sustantivo”.
A su juicio, quien saca verdadero partido a la inteligencia artificial no es quien domina la tecnología, sino quien tiene mayor bagaje cultural. “Quien mejor usa la IA no es el más digital, sino el que ha leído más, el que ha debatido más, el que ha sido expuesto a realidades más diversas”.
Fuente: Magisnet