Ana Jiménez Castellanos: “Un docente debe saber qué es la IA, cómo usarla y cómo criticarla”
“Yo llevo casi 20 años trabajando en inteligencia artificial”, recuerda. Desde sus inicios aplicándola a la predicción meteorológica y la biomedicina, hasta su trabajo actual en estrategia y acompañamiento a empresas y centros educativos. Ahora, desde MUTATIA, su convicción es firme: “La IA no es solo tecnología, es estrategia y, sobre todo, un cambio de mentalidad”.
Riesgos en el aula
Jiménez Castellanos alerta de varios peligros asociados a una incorporación precipitada de la IA en el sistema educativo. “Contribuye a la aceleración que ya vivimos, pone fácil cosas que eran más complicadas”. A esta aceleración se añaden otros dos riesgos principales: la dependencia tecnológica y los sesgos. “Cada modelo tiene sus propios sesgos según el lenguaje y los datos con los que ha sido entrenado. Y eso se traslada al alumno”.
La amenaza para la creatividad y el pensamiento estructurado preocupa especialmente. “Si enseñamos a un niño a utilizar la IA como respuesta para todo, no aprenderá a pensar. Y eso es un riesgo, porque la educación debe enseñar a tener espíritu crítico”.
Enseñar a usar, no solo a consumir
La exdirectiva de AWS insiste en que la IA debe formar parte del proceso educativo, pero con criterio. “Yo les explico a mis hijos qué es la inteligencia artificial, cómo se le pregunta y cómo cuestionarla”. En su opinión, esas tres competencias deberían ser obligatorias para cualquier docente: “Un profesor debe saber qué es la IA, debe saber cómo usarla y debe saber cómo criticarla”.
No se trata de prohibir la tecnología, sino de acompañarla con formación y desarrollo del pensamiento crítico. “La IA utilizada para explorar el espacio de posibilidades está bien. Pero otra cosa es que le des forma a tus ideas con ella. Ahí es donde modifica tu estilo de pensamiento”.
Dependencia, deuda cognitiva y regulación
En un momento especialmente revelador, Jiménez Castellanos advierte de los efectos psicológicos de una exposición acrítica a estas tecnologías: “Muchas veces, la IA genera dependencia porque refuerza tu sesgo de validación. Siempre empieza con ‘Qué buena pregunta’. Eso a un niño le hace sentirse el rey del mambo”.
El uso de la IA como herramienta de acompañamiento emocional también le parece peligroso. “Ya he oído más de diez adultos decir que no saben vivir sin su licencia de GPT. Imagínate en adolescentes”.
Esta dependencia genera lo que algunos estudios denominan “deuda cognitiva”: dejar de ejercitar capacidades propias al externalizar procesos como el análisis, la escritura o el pensamiento estructurado. “Debemos ser capaces de buscar información y escribir sin necesidad de tener tecnología”.
En este contexto, valora positivamente las primeras regulaciones que están poniendo en marcha algunas comunidades autónomas para limitar el uso de pantallas en colegios: “Nos habíamos pasado de frenada. Me parece acertado que se regule”.
Hacia una nueva metodología educativa
Para Jiménez Castellanos, el futuro pasa por “cambiar la metodología de enseñanza-aprendizaje”. Una de las claves está en “evaluar procesos, no solo resultados”. Y ofrece ejemplos concretos: “En algunas escuelas de negocio ya están pidiendo a los alumnos que mejoren un proyecto hecho por GPT. O les piden que presenten el ‘prompt’ que han utilizado, el proceso que han seguido y qué han construido a partir de ahí”.
Considera que también los docentes pueden apoyarse en IA para liberar tiempo y centrarse en tareas más complejas. “El profesor puede acompañarse de una herramienta entrenada para ayudarle en la parte de corrección o de análisis del proceso”.
Como madre y como tecnóloga, aboga por una incorporación progresiva de la tecnología, siempre con criterio: “La educación debe mezclarse con juego físico, con enseñanza tradicional. En el futuro me gustaría ver una incorporación de la tecnología sin que se pierdan las raíces reales de la educación: enseñar a pensar”.
Humanidades para darle sentido
Aunque su trayectoria profesional ha estado ligada a empresas tecnológicas, no duda al elegir entre STEM y humanidades: “Si me tengo que mojar, yo me quedo, como ingeniera, con las humanidades. Porque esas nos dan la dirección. Las ingenierías muchas veces te dan el cómo, pero no el para qué”.
Fuente: Magisnet