El buen hábito del orden
El orden es uno de los hábitos que una vez adquirido permite a los niños ser organizados en sus tareas reduciendo el tiempo que dedica a cada una de ellas, favoreciendo una buena capacidad para planificar y resolver con éxito situaciones cotidianas. El orden proporciona tranquilidad y seguridad, y les ayuda a dirigir la energía hacia aquellas situaciones novedosas que requieren de un esfuerzo extra. Además favorece que la demanda a la memoria sea menor, ya que sabrán sin gran esfuerzo donde está cada una de las cosas que necesitamos en cada momento. También alivia la memoria, permitiendo encontrar sin esfuerzo los objetos en su sitio. Incluso llega a evitar los enfados y conflictos producidos por el desorden cuando buscan algo y no lo encuentran. Es por todo esto que en estas edades, entre los 6 y los doce años debemos centrar buena parte de nuestra tarea educativa en desarrollar este mínimo hábito en los hijos.
Por dónde empezar
Si ya anteriormente nos hemos ido preocupando de favorecer este hábito ahora será más sencillo, y si no fue así ahora también es un buen momento. Lo primero que debemos establecer son cadenas de rutinas diarias adaptadas a cada ambiente familiar, no debemos sentirnos presionados porque hemos oído que otros niños de la edad de nuestros hijos hacen cosas que los nuestros no. Si tenemos claro que hemos iniciado el camino para fomentar ese hábito ya está bien, no todos tienen que ir a la misma velocidad. Lo que debemos saber es que es necesario establecer una secuencia de acciones que se repitan en unas mismas condiciones. Por ejemplo, las mañanas los días de colegio deberían ser siempre iguales ya que esto ayudará a que sean más eficientes en un momento del día que el tiempo es muy justo. No es conveniente que cada día sea diferente, pues aumentará el grado de estrés y no será un buen comienzo para el día. También se puede pensar en algo similar en el momento de la llegada a casa después del colegio, o de venir de actividades, o antes de cenar, o dormir. El orden en esas circunstancias nos ayudará mucho a optimizar la energía que le dediquemos.
Cómo hacer
No debemos cometer un error frecuente que se presenta en muchas familias derivado del cansancio de la jornada. Los padres y las madres suelen tener claro que cosas quieren educar en sus hijos, pero fallan en cuanto a la persistencia. Si lo que deseamos establecer en los hijos es un hábito, y el hábito es una acción que se repite habitualmente en unas mismas condiciones, se necesita de unos educadores perseverantes, que día tras día recuerden a los hijos su rutina, le acompañen si fuera necesario y no lo dejen hasta conseguirlo. Las acciones repetitivas que les pedimos a ellos, necesitan de conductas repetitivas de los padres. No podemos pensar que por decirle al niño una vez que deje la mochila en su habitación al llegar a casa esto lo vaya a hacer ya diariamente. Los niños llegan a casa con otras prioridades, no han encontrado todavía la necesidad del orden, ellos desean jugar y realizar aquello que les da satisfacciones, por esto es necesaria la presencia calmada de sus padres recordándoles el orden de sus rutinas. Igual que de bebés disponemos de un tiempo exclusivo para ellos (los cambiamos, les damos de comer, los acompañamos al dormir, le hacemos carantoñas, jugamos,…) en estas edades nos necesitan para desarrollar estas habilidades. Es bueno acordar con ellos el orden de las acciones y que no siempre venga impuesto por los padres. Si un niño prefiere desayunar primero y luego asearse y vestirse debemos dejarlo a pesar de que nosotros consideremos más acertado hacerlo al revés. Lo importante es que desarrolle un hábito y sea ordenado. El orden en sus acciones se desarrolla simultáneamente al orden de sus cosas. Es posible, en algunos casos, que continuamente remoloneen para realizar estas tareas, entonces es necesario aclararles que no pueden realizar ninguna otra actividad hasta cumplir con sus rutinas. Si sus responsabilidades no son cumplidas no podrán ver la TV, o jugar con los videojuegos, o simplemente descansar. No conviene sancionarlo con otras cuestiones arbitrarias. Señalar de nuevo que no es conveniente cargarlo de tareas. Cuanta más exigencia en un mismo momento, mayor probabilidad de fallar en su desempeño y mayor probabilidad de conflictos familiares nada recomendables.

Dolores Armas, Lic. En Psicopedagogía
Colaboración dominical especial de la Asociación de Pedagogía de Galicia “APEGA” con Carriola de Marín


