¿Ha bajado el nivel de los estudiantes?
La respuesta corta es que sí, la exigencia ha bajado mucho. Si esto es un problema o no, depende de a quién se pregunte. Algunos afirman que es positivo, ya que la Secundaria en España ha sido tradicionalmente más exigente que en otros países, lo que ha expulsado a muchos estudiantes del sistema. La idea de que todos deben terminar la educación obligatoria con un título, avanzar curso por año sin repetir, y que la docencia debe orientarse a lograr esto, se ha instalado poco a poco en la educación pública.
Sin embargo, no se puede celebrar la disminución de la exigencia a los estudiantes y luego esperar buenos servicios públicos, que todo funcione perfectamente y que las empresas punteras extranjeras se peleen por venir a nuestro país. Para tener buenos profesionales en puestos clave, es necesario que la Primaria deje de ser una guardería y la Secundaria un servicio asistencial que recoge a la gente para que no esté en la calle, y vuelvan a ser un mecanismo de selección capaz de discernir quién es listo, trabajador, profesional, atento al detalle y capaz de realizar tareas cada vez más sofisticadas en su puesto de trabajo. Aprobar a todo el mundo en Bachillerato y convertir la selectividad (EvAU, EBAU, PEvAU, PAU, etc.) en una parodia de un examen auténtico es incompatible con esperar después servicios de calidad y con una mejora de la competitividad que salve las pensiones.
La nivelación por lo bajo se propaga inevitablemente a la universidad, donde los indicadores de desempeño hacen que aquellos profesores que necesitan promocionar o que desean un complemento acaben aprobando a más estudiantes de los que realmente se lo han ganado. La excusa que ponen algunos profesores de secundaria de que la universidad ya seleccionará es, en general, errónea. En la universidad tampoco se selecciona ya. Incluso se puede llegar a un máster en una universidad pública sin hablar español y cursar una titulación que se imparte exclusivamente en esa lengua. Esto no es un problema en carreras de ciencias sociales y humanidades, porque el mercado laboral se encarga de poner a los estudiantes frente a la realidad, pero en las ciencias e ingenierías conduce a una degradación del servicio y a una bajada de la competitividad, ya que en algunas áreas hay tanta demanda de titulados que acaba entrando cualquiera que tenga un papel. También conduce a una senda peligrosa en el tema biosanitario. Supongo que nadie quiere verse tratado por un médico que obtuvo su titulación gracias a que alguien consideró que todo el que quiera ser médico tiene que poder conseguirlo.
Si alguien piensa que en las universidades privadas sí se selecciona, me temo que está equivocado. En España hay un puñado de universidades privadas buenas. El resto son máquinas de expedir títulos a cambio de mucho dinero. Algunas públicas tampoco ayudan. Hay carreras en las que no suspende nadie, departamentos que exigen contratar más profesores cuando algunos dan solo cuatro horas de clase a la semana, y se asiste a una multiplicación de grados que no se cierran ni aunque se queden con tres alumnos en primero, como sucede en algunas titulaciones. Se aprueba sin filtrar a los que realmente trabajan porque algunos decanos temen quedarse sin estudiantes para sus grados. Eso es un dispendio que detrae recursos de donde más se necesitan: en otros grados. Las carreras facilitas cuestan tanto dinero al estado como las más exigentes, por lo que mantenerlas lo único que hace es perjudicar a las selectivas.
No hay ninguna razón científica para bajar el nivel ni para desterrar la exigencia. Es una opción de política educativa; una mala que vamos a pagar muy caro en los próximos años. El descenso de la competitividad, la inflación de títulos, la proliferación de carreras sin sustancia que nunca debieron llegar a la universidad y, la falta de profesionalidad y, en resumen, el descenso de la exigencia en todos los ámbitos no es una queja de catedráticos de universidad en su torre de marfil, sino un problema social que nos va a afectar a todos y que puede quebrar las bases del estado del bienestar.
Francisco J. Tapiador es catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla La-Mancha.
Fuente: Magisnet