Papá, mamá: ¡Quiero ser gamer!
Para muchos progenitores, la industria del videojuego es una gran desconocida y si el adolescente de la casa plantea que quiere convertirse en un gamer profesional, pueden reaccionar de forma negativa. Sin embargo, antes de dar una respuesta a favor o en contra de esta posibilidad, hay que tener en cuenta diversos factores, según aconsejan los expertos consultados.
Un sector con amplio potencial: “Entiendo que los jóvenes vean este sector como una oportunidad de futuro porque, de hecho, lo es”, indica Zigor Maritxalar, presidente de Obicex (www.obicex.es), centro oficial homologado de Formación Profesional especializada en los perfiles del futuro digital. Los datos avalan esta afirmación: el año pasado esta industria facturó en España 1530 millones de euros, lo que nos sitúa dentro de los diez principales países en volumen de negocio. En este contexto, el crecimiento de empleo anual en este sector se estima en un 12% anual hasta llegar a los 11.000 empleos en 2022. “Unas cifras muy halagüeñas que conviene tener en cuenta si uno de nuestros vástagos manifiesta interés por dedicarse a este sector”, apunta Maritxalar.
Un amplio abanico de profesiones más allá del “gamer”. Sin embargo, los e-sport, como se denominan los juegos donde compiten los videojugadores profesionales, sólo están reconocidos oficialmente en países como Finlandia, EEUU, China o Rusia, pero no en nuestro país, por lo que las probabilidades de llegar a éxito aquí nos son muy altas”, apunta Maritxalar. En este sentido, aconseja que el adolescente sin dejar de plantearse esa alternativa profesional, siga cubriendo otros flancos de formación y en principio, se plantee la dedicación a los videojuegos como cualquier otra clase extraescolar, de la misma forma que, por ejemplo, se apunta a un deporte que le gusta mucho: “Y a la vez que le planteamos que no deje de perseguir su sueño, le podemos indicar que la industria del videojuego ofrece muchas salidas laborales más allá del videojuego como competición, como por ejemplo, animador en 3D, grafista digital, generador de espacios virtuales, técnico de efectos especiales, diseñador, guionista, productos…
¿Es vocación o simple afición? Pero estas profesiones son altamente vocacionales, por los que los padres deben distinguir si detrás del interés de sus hijos por dedicarse a los videojuegos existe una pasión verdadera o es simplemente una afición: “Hay que discernir si, simplemente, le gusta mucho jugar a videojuegos como afición; se está dejando llevar por la moda (lo que busca son los focos, pues es cierto que muchos gamer profesionales actúan como influencers) o, por el contrario, va más allá: ¿muestra curiosidad por cómo se construye el juego electrónico? ¿Le interesan las tripas del mismo? ¿Es consciente de la importancia que tiene que el guión sea entretenido, suponga un reto, tenga un principio y un fin? Si desvela inquietud por estas cuestiones, seguramente nuestro hijo o hija sea un o una profesional del videojuego en potencia”, explica el mismo experto en educación y nuevas tecnologías.
Una titulación en Formación Profesional: Si, definitivamente, comprobamos que nuestro hijo o hija tiene una verdadera vocación, es dentro de la creación de videojuegos donde nuestra industria sí ofrece un amplio abanico de posibilidades de empleo. En este sentido, puede optar por la titulación oficial en Formación Profesional de Creación de Videojuegos. “En nuestra escuela, por ejemplo, nuestros alumnos consiguen una tasa de empleabilidad superior al 90%, al finalizar esta formación que les capacita como Técnico superior en animación 3D, juegos y entornos interactivos”, asegura el fundador del centro.
Informaos e investigad todo lo que podáis sobre el sector: En definitiva, “las posibilidades de futuro que ofrece el sector game para los jóvenes son amplia, pero, como cualquier profesión, se debe decidir con responsabilidad. De igual modo, los padres pueden facilitar la decisión investigando el sector y estando dispuestos a valorar las distintas opciones desde una postura abierta”, concluye Maritxalar.