Retrato de una generación entre dos crisis
“El problema es la interacción entre las tres brechas: ser joven, vivir en el sur de Europa y no tener estudios. Esta interacción consolida la brecha. En cambio, si en la pasada crisis contabas con el tiempo y el dinero para seguir estudiando, o pudiste irte fuera con una beca, tendrás una mayor capacidad de cerrarla, de surfear la crisis, aunque tardes más años que un joven del norte de Europa en tener tu primer contrato fijo”. Habla Jorge Galindo, director adjunto de EsadeEcPol y autor, junto con Ariane Aumaitre, del estudio La generación de la doble crisis.
En él se analiza cómo los jóvenes nacidos en Italia, España y Portugal entre 1985 y 1995 (poscrisis) lo tendrán peor que la generación inmediatamente anterior, la nacida entre 1975 y 1984 (precrisis), lo que se refleja en un 16% menos de renta acumulada a los 33 años. Una estadística que acaba de corroborar otro estudio, de la agencia 40dB, que muestra cómo la generación millennial es la que ha visto reducir sus ingresos en mayor proporción a raíz de la crisis del Covid.
Para los autores esto podría tener una importante repercusión. Si la primera crisis, en 2008, especialmente profunda y larga, retrasó sus proyectos vitales en la veintena, la segunda crisis, la del Covid, tan solo 13 años después, podría acabar definitivamente con ellos. Esta llega en su treintena, cuando muchos de esos jóvenes empezaban a recuperar su posición en el mercado laboral.
Que la primera incursión en el mercado laboral coincida con una crisis se traduce en desviaciones en los ingresos que acompañan a los afectados hasta una década, lo que a su vez incide en el retraso en la tasa de emancipación y en que se formen menos familias. Como señala la economista de la Universidad de Alcalá de Henares, Olga Cantó, que participa en el documental que acompaña al estudio, de media los jóvenes quieren tener dos hijos, pero como mucho tienen uno. A los 31 años, casi el 100% de los jóvenes alemanes están emancipados. En España, Italia y Portugal la tasa no llega al 80% y se emancipan antes los jóvenes sin estudios. A los 33, el 80% de millennials en Alemania con estudios superiores está emancipado y tiene hijos. En España, el porcentaje cae a la mitad.
En países como Alemania, Francia o Suecia se sigue apreciando cómo las nuevas generaciones viven comparativamente mejor que sus predecesores, sigue aumentado su capacidad de acumulación de renta y esto les permite traducir sus expectativas vitales en realidad, lo que no sucede en España, Italia y Portugal.
Esto es así por el impacto diferencial que la Gran Recesión tuvo en estos tres países, junto con Grecia, y que ya entonces reveló, como subraya el politólogo Pablo Simón en el documental, importantes disfunciones institucionales y un mercado laboral, en el caso de España, especialmente voraz con los menores de 35 años, las mujeres, los inmigrantes y los desempleados de más de 50 años, “fruto de la incapacidad para emprender reformas que todos los gobiernos han mostrado en las últimas cuatro décadas”.
La mitad del empleo que se destruyó al estallar la crisis del Covid fue entre menores de 35 años. Con una tasa de paro juvenil del 40,9% en España (30,3% en Italia y 23,9% en Portugal), a la dificultad en el acceso se suma, además, el subempleo que ha proliferado con la última recesión. Con más empleos a tiempo parcial y menos estables, los jóvenes son más fácilmente expulsables.
Y todo esto en un escenario de cada vez mayor desigualdad. Como explica Cantó, en España, que logró tasas de desempleo del 7% entre 2000 y 2007, en línea con el resto de Europa, “con las recesiones aumentan más las desigualdades que en época de crecimiento se reducen”.
Para Galindo, la mayor preocupación no es que la media de esta generación viva peor que las anteriores, sino que la parte baja lo haga: “El Estado de Bienestar no está preparado para afrontar nuevas precariedades. Podía ser medio bueno con las viejas, pero no sabe cómo enfrentarse a las nuevas formas de outsiders”.
Al analista le parece una buena medida el ingreso mínimo vital, y una buena noticia que el abandono educativo temprano esté a la baja en España, en un 16% según los últimos datos (en Italia es el 13,5% y en Portugal el 10,6%). Portugal y España partían de un 30,9% en 2009, unas tasas que se lograban cuando los jóvenes podían dejar la Educación por el mercado de trabajo y conseguir salarios medios-altos. “Esto lleva a que la gente joven no se eduque, pero el precio es muy alto, pues será más difícil reciclarles a los 40”, señala Cantó, satisfecha por la reducción del AET pero que incide en la necesidad de que se trate de un cambio estructural, no temporal por la mala coyuntura.
Como a Galindo, la evolución de este indicador le parece positiva, pero no suficiente. “Tenemos que acabar con la estructura de reloj de arena del nivel educativo. Hace falta más Formación Profesional, lo que no significa menos gente con estudios superiores, sino subir a la gente de la parte baja de la tabla”, matiza.
Son necesarios, continúa Cantó, sistemas de protección de las rentas de las familias jóvenes durante las crisis, de esas familias que con la Gran Recesión pasaron de la parte media-baja a la baja del resto de la población. Y desarrollar políticas de vivienda similares a las del centro de Europa, para que el alquiler deje de suponer más del 40% de los ingresos en un hogar joven (como sucedía en 2017).
Son importantes también, concluye el informe, políticas activas de empleo o una reforma laboral que acabe con un sistema dualizado, como el de España, Italia y Portugal, diseñado para proteger especialmente los puestos de trabajo de alta cualificación y largas duraciones. Y medidas de conciliación, en un contexto en que muchas veces ser mujer incrementa el riesgo de tener dificultades si se añade al hecho de ser joven y vivir en el sur de Europa.