CRECER SIN PAPELES EN ESPAÑA
Sady se quedaba en casa cuando el resto de su clase de primaria en Jaca (Huesca) viajaba de excursión a Francia. Hija de una mujer paraguaya y sin papeles que logró su permiso temporal de residencia a base de volar bajo y cuidar durante años a una anciana con alzhéimer, el pánico a una deportación que las separase marcó el tono de aquellos primeros años en nuestro país. “Entonces no lo entendía, ahora sí”, recuerda la madre, “entonces me echaba la culpa a mí”. “Me venían sus amigos y me decían que Sady tenía que ir, pensaban que yo no le dejaba. Un día les dije que Sady no tenía en orden los papeles y un crío me decía ‘pues ve a la librería y los arreglas y así puede venirse con nosotros’. No lo entendían, claro, qué van a entender”.