Juanjo Vergara, un docente comprometido con la justicia social
–¿Cómo podríamos definir a Juanjo Vergara como profesor?
–La respuesta a esta pregunta quizá no sea yo la mejor persona para contestarla. Supongo que debería hacerse a compañeros/as y alumnado con los que me he relacionado.
Mi aportación quizá pueda hacerse desde mi dificultad para separar la profesión del resto de ámbitos de mi vida. Hace más de treinta años que me dedico a la educación y es difícil para mí separarla de otras facetas de mi vida.
Como docente supongo que habrá gente a la que le parezca una persona cercana y amigable y otras a quienes incomode. Lo que es seguro es que el Juanjo docente es alguien que no se calla. No lo he hecho nunca ni voy a empezar ahora.
Esto me permite defender proyectos, iniciativas o grupos de trabajo y acción. Pero también incomoda a aquellos que entienden la Educación como una profesión con horario y calendario. Si la entendiera así no optaría por viajar constantemente con grupos de alumnos/as, provocar el trabajo práctico en decenas de contextos o salir del aula independientemente del día de la semana que sea, ya que lo considero una experiencia muy enriquecedora.
Desgraciadamente puedo salir menos de lo que me gustaría, quizás cinco o diez veces al año. A lo largo de los años cada vez son más los colectivos que me acogen con alumnado, lo que me permite visitar lugares tal alejados como India o Marruecos y tan cercanos como el Pozo del Tío Raimundo en Madrid, la Palmilla de Málaga o Toledo, entre otros.
–Sabemos que has tenido experiencias educativas en ámbitos muy dispares, y estoy segura de que todas ellas te han llevado a ser la persona que eres hoy en día, ¿destacarías alguna sobre el resto?
–Es verdad que a lo largo de mi profesión he intentado cambiar mucho de escenario y nutrirme de cientos de situaciones. He trabajado como maestro con los más pequeños, con preadolescentes, con jóvenes, con adultos, con reclusos, con internados en psiquiátricos, con profesionales en formación o en la universidad, en algunas ocasiones.
Últimamente estoy comprometido en la formación de educadores y es algo que me nutre como profesional. Pero sin duda el ámbito que más me ha formado como docente ha sido el periodo que trabajé en la educación de adultos allá por los años 90.
Era una época en la que las fronteras entre la educación formal y no formal eran difusas. Se trabajaba duramente por la reflexión en torno a un currículo comprometido con el cambio y el empoderamiento de las personas en la acción comunitaria. Eran tiempos de intensas lecturas de Freire y discusiones sobre la acción socioeducativa y el papel de la escuela en el cambio y la justicia social.
La educación como motor de cambio y proyectos al que se suman las personas para aprender, emprender y empoderarse es la que me interesa. Es normal que desde esta óptica no haya renunciado a un enfoque basado en proyectos como marco para pensar sobre el aprendizaje y provocar experiencias de reflexión y acción desde la escuela, el aula, el barrio o la comunidad.
También me ha enriquecido unirme a colectivos que entienden la educación como yo la entiendo. Para ello he promovido el desarrollo de redes profesionales de intercambio como “Escuelas hermanadas para la justicia social” o entidades centradas en este concepto y la innovación metodológica como “El laboratorio de innovación educativa”.
–Seguro que no te gusta que te presentemos de ese modo pero, sin duda alguna, eres uno de los máximos referentes del ABP en España, ¿cómo empezaste con esa metodología y cómo se ha ido transformando a lo largo de los años?
–No me gusta hablar de ABP (aprendizaje basado en proyectos) como una metodología. Es un marco, un enfoque. Morín describe bien el concepto de método como estrategia. Este es el concepto que me interesa en relación al ABP.
He escuchado docenas de veces que el ABP es un recurso que comienza con una pregunta o reto y busca la elaboración de un producto final que ofrezca una respuesta. También que es necesario que el mismo sea acompañado con una difusión sostenida y el uso sistemático de las TIC. Creo que es un error.
El enfoque por proyectos no es más que entender que la educación es un marco de indagación, reflexión y acción que invita a las comunidades de aprendizaje a comprender mejor la realidad que habitan y a actuar sobre ella. Algunas veces se hará con una gran difusión, con el uso de la tecnología o con la elaboración de sofisticados productos finales. En otras ocasiones no será así.
Lo relevante del marco de proyectos es que una comunidad de aprendizaje toma conciencia de su capacidad para aprender y empoderarse, siempre en comunión con la realidad que le rodea. Esto es acompañado y provocado por el docente, que se convierte en el confidente, en el provocador y en el técnico que les ayuda en este proceso.
La pieza clave del ABP no es el producto final, la comunicación o la pregunta generadora. Lo es la capacidad de provocar a un grupo para que lidere un proceso de aprendizaje y acción que le comprometa individual y grupalmente.
–No podemos obviar tu faceta de escritor. Hay que felicitarte por la publicación de tu último libro, Un aula, un proyecto. El ABP y la nueva educación a partir de 2020. ¿Qué nos vamos a encontrar en este libro? ¿Es este último libro complementario de los dos anteriores, Aprendo porque quiero y Narrar el aprendizaje, o es una evolución de los mismos?
–Este libro surge como un desafío. La propuesta era intentar resumir, en un número muy reducido de páginas, todo aquello que podemos vivir en un proceso de formación sobre el enfoque de proyectos. Además, quería hacerlo después de reflexionar sobre la realidad que hemos vivido en 2019 y 2020.
El ABP es un enfoque que tiene mucho recorrido y que es muy flexible. Lo que más me interesaría es conseguir que cada grupo de docentes se sienta libre para aplicarlo como verdaderos expertos en su contexto educativo. Nadie puede decir a un docente cómo es su realidad.
En definitiva, emprender proyectos de aprendizaje no es más que invitar a los/as que aprenden a liderar este proceso desde el marco de sus intereses y empleando inteligentemente los contenidos curriculares para este fin. Los docentes, aquí, se convierten en verdaderos provocadores de experiencias de aprendizaje.
En relación a los libros anteriores sobre ABP, creo que este ha sido un esfuerzo para sintetizar algunos elementos que se han demostrado recurrentes en la formación a docentes, pero también para entrar de lleno en algunos elementos que quizá en los anteriores quedaban solo iniciados como los conceptos de habilidades a desarrollar con el alumnado o la rutina de evaluación, entre otros.
Además he tenido la suerte de contar con una traducción visual de verdadero lujo protagonizada por Rocío Copete (ejemplo en la imagen superior) con quien he tenido ocasión de trabajar cada texto y las consecuencias que éste tenía en la construcción del significado del libro.
Te recomendamos conocer más a Juanjo Vergara en esta estupenda charla que mantuvo con nuestra compañera Rosa Liarte:
Juanjo es, sin duda alguna, una persona comprometida con la educación y con la vida, dos facetas que, desde su punto de vista, siempre deben ir de la mano.