Porque nos garantiza una vía para procesar información compleja de forma rápida y sin esfuerzo, y porque reduce la incomodidad creada por las disonancias cognitivas, los seres humanos tendemos a priorizar, otorgar veracidad y recordar mejor aquellos mensajes que confirman nuestras creencias previas y coinciden con nuestras expectativas; y desechar, en cambio, aquellas que les “llevan la contraria” a nuestra mente.

A este atajo cognitivo se le conoce como sesgo de confirmación y explica en parte el auge de los bulos en la sociedad actual, no en vano conocida como “de la (des)información por la gran cantidad de mensajes y contenidos que nos llegan a diario sin que tengamos tiempo, ni recursos, ni conocimientos suficientes para evaluar cada uno de ellos detenidamente, con espíritu crítico.

Y espíritu crítico es La Palabra. Se repite en nuestros días a través de instituciones cómo la UNESCO o la Comisión Europea, que advierten de la urgente necesidad del sector educativo por formar a los jóvenes para que puedan ser más críticos con su entorno en general y especialmente en el contexto de digitalización. También en la nueva ley LOMLOE.

Eva Herrero, investigadora principal del proyecto: “Muchos adultos tampoco se habrían enfrentado con éxito a estos problemas”

Y es que existen datos preocupantes como los que muestran los principales hallazgos del estudio Los estudiantes de Secundaria y la alfabetización mediática en la era de la desinformación, publicados por la Revista Comunicar.

Con una muestra de 1.651 estudiantes de toda España, concluye que los alumnos de ESO tienen dificultades para discriminar entre información y opinión y que, a pesar de que se consideran capaces de diferenciar entre noticias y bulos, más de la mitad no distinguen entre una noticia falsa y una real.

Pero, ¿podríamos hacerlo los adultos? Eva Herrero, Investigadora principal del proyecto y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, no duda a la hora de respondernos: “No, muchos de nosotros tampoco seríamos capaces de enfrentarnos con éxito a algunas de las problemáticas ante las que hemos puesto a los estudiantes”, dice y es que no es tan sencillo distinguir una noticia de un bulo en un momento “convulso” como este, “en el que estamos cada vez más inundados de información y en el que, por lo tanto, se ha vuelto más complejo ese proceso ‘de filtrado’”.

Es necesaria mucha pedagogía a todos los niveles, “con los niños y los jóvenes, pero también con los mayores”, nos cuenta y ahí es donde entra el concepto de Alfabetización Mediática, o lo que es lo mismo: “la capacidad y competencias del ciudadano a la hora de consumir información de forma crítica, independientemente del formato”.

“Hasta ahora, había mucha preocupación por el manejo técnico de lo digital: abrir una App, enviar un correo… Eso ya lo hemos superado, cualquier estudiante de la ESO sabe manejarse a nivel de destrezas tecnológicas; sin embargo, hay un déficit en lo que se refiere al contenido”, concreta la coautora del documento, que también incluye 77 entrevistas con docentes de toda España: “En general, hemos visto que los profesores muestran cierta inquietud por la ausencia de pensamiento crítico en el consumo mediático de los estudiantes. Comentan cómo, por ejemplo y sobre los temas planteados en el aula, el alumnado comparte opiniones de influencers como ‘autoridad’ en la materia, sin cuestionarse de dónde salen los datos que aportan, si han consultado algún informe o si simplemente están compartiendo una opinión personal”.

“Es evidente que la difusión rápida de bulos genera opinión pública. En muchas ocasiones, puede no tener mayor trascendencia, pero en muchas otras lleva a las personas a tomar decisiones equivocadas. Lo estamos viendo constantemente en áreas como la política o la salud”, advierte la experta, para la que es fundamental que se fomente un mayor conocimiento del mundo de la información también en las aulas — diferencias entre géneros de opinión e información, tratamiento de las fuentes, etc.— y transmitir que es importante “hacer un esfuerzo extra de comprobación y contraste, yendo más allá de lo superficial y de lo que nos llega a golpe de tweet o whatsapp”.