Tenemos uno de los mejores sistemas protectores de la infancia del mundo
Hace unos días saltó a los medios de comunicación Michelle Jiménez por ser la joven que ganó el certamen Miss Universo España 2024. Este concurso, que se convoca todos los años, no supone, normalmente, nada sobre lo qué reflexionar, ya que tiene muy establecidos los posicionamientos de sus detractores y de sus defensores. Pero, en esta ocasión, y singularmente para los que trabajamos en servicios sociales, más concretamente en los servicios de protección a la infancia, sí ha tenido una nota original: la elegida como nuestra representante es una chica que ha asegurado que entre los 12 y los 18 años ha pasado por hasta tres centros de menores. Si, como decían en el Un, dos, tres… “hasta aquí podemos leer”, a buen seguro que a muchos les vendrá a la cabeza la idea de que esta niña habrá tenido que ser muy resiliente para haber conseguido enderezar su vida tras pasar por tres centros de menores. Pero, como podemos seguir leyendo, —y, así, poder tomar en cuenta sus palabras—, esta ha dicho que su paso por ellos la ha marcado de forma «muy positiva», además de permitirle alcanzar su «sueño». Y no sólo eso, sino que también ha traslado a los medios palabras de agradecimiento y satisfacción por haber sido ingresada en ellos para mejorar todos los aspectos de su vida, alejándose de un entorno familiar nada bueno para su desarrollo, llegando a afirmar que «tenemos una ley de protección del menor en España que los ampara y vela por ellos. A mí me ha marcado de una forma muy positiva, ya que al final he podido realizar mis estudios a través de ellos, he podido conocer gente maravillosa, me he sentido muy querida», para acabar subrayando: «Soy la mujer que soy hoy porque estuve ahí. Seguramente, si hubiera tenido otro tipo de vida, no hubiera podido llegar a cumplir mi sueño».
A todos los que formamos o hemos formado parte del sistema de protección español de la infancia desde hace muchos años y que hemos conseguido que evolucionara hasta conseguir equipararlo a los mejores del mundo e, incluso, en algunos aspectos superar a muchos, estas son palabras de oro. Somos muy conscientes de los logros conseguidos. Desde hace ya bastante tiempo, muchos de nuestros menores salen en los medios de comunicación ponderando las virtudes del sistema, donde una gran parte de ellos no sólo ha logrado múltiples mejoras en sus vidas, sino que también han perfilado una independencia laboral y una familia creada por ellos mismos.
La mayoría de los menores que pasan por nuestros centros vienen muy traqueteados por unas familias que muchos calificaríamos como imposibles para el cuidado de sus hijos. Y cuando eso sucede, su ingreso en un centro de menores es casi su última oportunidad de reconducir su existencia. El trato que reciben allí puede compensarles muchas carencias, pero el deterioro anterior es muchas veces muy traumático, algo que se acentúa con su paso por la adolescencia y que convierte el trabajo de sus educadores y técnicos responsables en una misión titánica que ha de realizarse en unos tiempos demasiado cortos.
Así que el hecho de que una de nuestras menores agradezca con toda la naturalidad del mundo que las primeras metas de su vida las haya conseguido gracias al esfuerzo del sistema protector de la infancia es algo que a los que formamos parte de él nos enorgullece mucho, sobre todo en un país que siempre está más dispuesto a la crítica que a la alabanza. Sabemos que no ha sido la primera ni que tampoco será la última porque, solo en Galicia, hay en torno a unos 400 menores que se encuentran en el momento de salida de nuestro sistema cada año, y que muchos de ellos lo harán con algún trabajo o con una formación que les permitirá posicionarse en el mundo laboral. Pero también que unos pocos todavía no tendrán claro cómo será su futuro a pesar de haber apostado por ellos hasta el final, algo que igualmente ocurre en las mejores familias y a los que sólo sus futuras acciones harán que encajen o no en el mundo que les ha tocado vivir.
Pero aún quiero dejar aquí un apunte más sobre Michelle para aquellos que no son conscientes de que todos los niños y chicos son iguales. Ella es de ascendencia dominicana, es decir, inmigrante, como lo son Lamine Yamal o Nico Williams, y como ellos, o como cualquiera que les hay tocado nacer aquí o en cualquier otro lugar del mundo está orgullosa de representar a España por considerarse una de las nuestras por el trato recibido.
José Manuel Suárez Sandomingo